Recuerdo a mi abuela al fondo del caserón, en aquella cocina que en otros tiempos, allá por la posguerra, era un corral con una pila, macetas, conejos y gallinas
Retomamos nuestra #rutamichelines y te invitamos a que nos acompañes a recorrer una ruta gastronómica por todas las comunidades autónomas de España a la búsqueda de los platos más tradicionales de cada lugar para estas fiestas navideñas.
Esos platos de casa de la abuela, cocinados siempre con productos de la zona y que todos llegamos a echar en falta alguna vez en la vida. Esas cocinas en la casa del pueblo. Más grande o más pequeña, con viandas más o menos glamourosas. Con ese belén en algún lugar visible de la casa o las luces alrededor del árbol o todo a una.
Yo recuerdo de una manera totalmente visual a mi abuela al fondo del caserón, en aquella cocina que yo percibía con unas medidas desproporcionadas y que en otros tiempos, allá por la posguerra, era un corral con una pila, macetas, conejos y gallinas.
Cuando yo llegué, siendo la nieta más pequeña y la última que llegaría al caserón que abrieron ella y mi yayo para toda la familia, me deleitaba cada diciembre con las croquetas (en valenciano de pueblo mandonguilles) hechas con la sobras del puchero de Nadal (puchero de Navidad) y que iban desapareciendo de la fuente casi al mismo ritmo que salían de la sartén.
O esa paella de Navidad con la receta traída desde su pueblo en la ribera Valenciana, adaptada con los años a los productos de Castellón y cocinada en el patio que había junto a la cocina que en otros tiempos fue un corral.
Las eternas sobremesas de los mayores en la enorme mesa del comedor en el centro de la casa mientras los últimos primos de la lista aprovechábamos para resarcirnos de todo un invierno sin vernos por vivir cada uno en diferentes provincias de España.
Madrid, Burgos, Tarragona, Castellón.
La cocina de la yaya
Así que era la cocina de la yaya, más que la enorme mesa del comedor en el centro de la casa, la que conseguía hacernos retomar historias mientras los fuegos centelleaban a los ojos de la yaya y de fondo se oían cotilleos de boca de los mayores sazonados a ratos con chistes y alguna que otra rabieta.
Como si todos esos días de Navidad estuvieran engarzados por una línea en el tiempo que nos unía de nuevo en el universo que crearon mis abuelos con las temporalidades que marcaban sus campos de naranjas y las costumbres de cada uno.
Estoy segura de que si rebuscas atrás en el tiempo tendrás algún recuerdo en la casa de tus abuelos o de alguna persona mayor que haya sido clave en tu vida.
O que si no lo has vivido te lo haya rememorado tu madre o alguna amistad a la que hayas pillado en algún momento melancólico recordando estos momentos.
Y aunque los platos que vemos de cada comunidad autónoma son diferentes unos de otros, los aromas de las cocinas, el alboroto preparando la mesa o esa sensación de calor al entrar en casa dejando los abrigos en el sofá amontonados uno encima de otro, son más o menos los mismos para todos.