
Viajar con un porqué
Un viaje no consiste sólo en desconectar de la rutina diaria, que también, sino crecer todo lo posible a través de esas experiencias fuera de casa
Un viaje no consiste sólo en desconectar de la rutina diaria, que también, sino crecer todo lo posible a través de esas experiencias fuera de casa
Mi mochila de cuero comprada en un mercadillo es una de las cosas que llevo siempre conmigo cuando salgo de viaje
Si hay algo que me apasiona de los viajes es tener la oportunidad de conocer a gente de otras culturas. Otros modos de vida, otra lengua, otra gastronomía. Otras miradas. Eso es realmente lo que anima al viajero, el ansia de seguir enriqueciéndose como persona a través del respeto y del contacto con otra gente con estilos de vida diferentes.
Cuando descubres que el viaje es una parte más de tu ruta personal, en el momento en el que te das cuenta de que tú no eliges los destinos, sino que son ellos los que te eligen a ti, empiezas al fin a viajar con más conciencia
Con menos de 500 euros tendremos que renunciar a algunas cosas, pero no significa que ese viaje vaya a merecer menos la pena; a veces es justo al contrario
Nos encanta viajar. Disfrutamos de cada escapada, visita, excursión, aventura. De todo el proceso que supone preparar una nueva ilusión a punto de hacerse realidad. Pero también hay algún punto no tan positivo que tenemos que ir controlando.
Carpe Diem. El descubrimiento salió de una moneda lanzada al aire. Y es que la vida es así. Una serie de casualidades encontradas que te van ubicando en tu ruta. Ya no vale mirar atrás. Cada día puede ser el más especial. Sin viernes, lunes o domingos. Respira hondo, cierra los ojos y lanza una moneda al aire.
Los tiempos pasan. Y qué mejor excusa para negarse a estar quietos que querer ganarles la carrera. Y entonces es cuando llegan esos instantes en los que la vida te enseña que es ella misma el regalo. Estar aquí, respirar, amar, llorar. Reír. Una y otra vez.
Esperando a las primeras hojas de los árboles, recibimos con cierta nostalgia las primeras nubes del final del verano. Como defendían los griegos, e incluso el mismísimo Gabriel García Márquez en sus Cien Años de Soledad, la vida es una sucesión de días y momentos totalmente cíclicos. Todo se repite. Todo vuelve y vuelve a irse.
Si hay algo que nos gusta cuando nos movemos de un sitio a otro, es poder percibir el sabor de las casas antiguas. Suelos que han pisado diferentes generaciones de una misma familia, y que guardan cientos de historias en sus baldosas. Eso es lo que nos sucedió estos días, visitando la costa levantina, por la provincia de Castellón.
Hubo un tiempo en el que comenzamos a perdernos las primaveras. A nuestros ojos casi no fue perceptible, ni extremadamente llamativo
Cualquiera diría que esos ojos se abrieron por primera vez cierto día de 1895
Y qué mejor manera que haciendo un repaso por todos esos sueños que llevan tiempo apuntados una y otra vez en los cientos de listas que hago y rehago un año tras otro
Inspiración viajera y muchas aventuras.
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